Semana 1. El nuevo marco tecno-social...

Los materiales facilitados para esta primera semana del curso están resultando muy interesantes. Cada uno de los artículos, y la conferencia, añadida a mitad de semana, son enriquecedores y presentan unos contenidos que suponen para mí una motivación extra a la hora de comenzar el curso. No querría hacer un mero resumen de ellos, y creo más positivo realizar una reflexión sobre algunos aspectos que me han llamado más la atención.

El artículo de Álvarez (2009) menciona los bienes públicos. Yo trabajo en la administración pública y coincido en que éstos deben ser accesibles a todos los ciudadanos para evitar la fractura de la cohesión social. La cultura ayuda a generar esta cohesión, por tanto, es desde la cultura desde donde debe facilitarse esta interconectividad generadora de desarrollo social. Ya no se trata de un emisor y múltiples receptores pasivos, estamos en el tiempo de la participación, tal como se desprende también de la entrevista a Amparo Lasén (Público, 12-12-2009). Aquí y ahora, la gestión cultural tiene la responsabilidad de utilizar todas las herramientas disponibles y la obligación doble de asimilar las nuevas relaciones y procesos que la tecnología aporta y, al mismo tiempo, no permitir la exclusión de los individuos respecto a los bienes públicos que se generan en el tercer entorno. Ya ha cambiado la forma de enseñar en las escuelas, no es extraño pues, que también deba cambiar la gestión de la cultura.

Un ejemplo de cambio, la "banca cívica"... ¿Producto del nuevo tecnoespacio y la legítima exigencia de participación de la ciudadanía? Habrá que seguir su evolución cuando incluso la banca, a la que consideramos responsable de la situación económica y social que estamos viviendo, parece darse cuenta del cambio que se ha producido con la introducción o evolución a una sociedad de la información que exige participación en los asuntos que les afectan (o al menos, eso anuncian). ¿Pueden los gobiernos y las administraciones públicas sustraerse a esta tendencia? Radicalmente, no.

Me gustaría extenderme un poco más en un comentario sobre el artículo de Echeverría y Álvarez (2008). Me provoca reacciones enfrentadas. Comparto toda su exposición sobre la evolución de las lenguas en tecnolenguas para devenir en depósitos o tesoros de conocimiento de las actuales comunidades de conocimiento. Al mismo tiempo, una sociedad está formada por una pluralidad de comunidades, diferentes entre sí. Además, esta estructura se superpone a la realidad lingüística en el sentido de que una comunidad comparte una lengua pero una sociedad bien puede tener varias lenguas. Estas lenguas diferentes pueden "preponderar cuantitativamente" unas sobre otras.

A continuación, se sitúa la lengua española en el horizonte de una escala de importancia de las tecnolenguas actuales, prestigiadas en mayor o menor medida como depósitos y generadores de conocimiento y se pasa a apostar por la elección del español para desarrollarlo en este mundo digital como condición necesaria para la pervivencia de la lengua española en el tercer entorno.
Mi desazón aparece cuando pienso en las otras lenguas de la/s sociedad/es que quedan por el camino. Mi lengua materna es el español, pero vivo en una sociedad bilingüe (la Comunidad Valenciana). No me viene al pensamiento la lengua catalana (llamada valenciana en este territorio) ni quiero plantear aquí un debate político sobre la diversidad lingüística en el territorio español.
Pero la lengua es parte de la cultura y genera también sentimientos de pertenencia a un grupo social. Privar a una comunidad lingüística de la posibilidad de desarrollar su episteme en su lengua para optar por otra lengua se me antoja un ejercicio de aculturación sobre esa comunidad.
Me da la sensación de que en el artículo se defiende que se debe tomar la decisión de elegir una lengua mayoritaria y apostar por ella para plantar cara al inglés, dejando en el camino a otras, por minoritarias, en lugar de trabajar para que se desarrollen también al mismo nivel o, incluso, para que cambie el sistema actual y se desarrollen herramientas para que todas las lenguas (TODAS) puedan tener cabida en esta hipotética sociedad del conocimiento.
Si una tecnolengua tiene un proceso de digitalización, procesado, codificación y representación, transmisión, guardado, archivo, copia y reutilización, ¿No se podría, debería añadir una fase de traducción?
Reconozco mi falta de formación en sociología, lingüística y muchos otros ámbitos del saber pero, en el trabajo en cultura, he aprendido que se debe detectar, respetar y poner en valor el patrimonio material e inmaterial (ya sea la lengua como la episteme) de las comunidades, y con especial cuidado, de las minoritarias.

Me resulta difícil aceptar un argumento que aunque es perfectamente entendible: aunar esfuerzos para mejorar nuestra posición común en el tercer entorno, me sugiere más un "deshagámonos del lastre" o una apuesta a caballo ganador.
Es como si ya se hubiera dado por supuesto que las lenguas del conocimiento son sólo unas cuantas. ¿Qué saberes nos podemos perder con cada lengua que no accede al mundo digital? ¿No debería enfocarse el esfuerzo hacia la posibilidad de que todas las comunidades pudieran usar su propia lengua y diseñar un sistema que salvara el escollo que supone el multilingüismo? Quizá en el tercer entorno se está produciendo la misma situación que ya se dio en el pasado con las grandes potencias coloniales europeas, enfrentadas para ganar más territorio, ahora más relevancia en la hipotética sociedad del conocimiento.
Coincido plenamente con los autores en que la sociedad del conocimiento, si llegara a haber, debería ser multilingüe, pero de verdad.

http://cultura-abierta.blogspot.com/2011/02/semana-1-el-nuevo-marco-tecno-social.html

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